jueves, 8 de noviembre de 2007

Perdidas Alternativas


No osaba mirarla. Sabia que tanto tiempo llevaban preparando este momento que solo pude evitar la obviedad, y disfrutar de un casual encuentro social. Mientras trataba de mantener un perfil bajo, me gano la expectativa de mi entourage por iniciar a subir la intensidad de la fiesta. Y así que me convertí en esa mascara social la cual al final de cuentas no es tan desagradable.
Fue en un minuto en el que una conversación banal, en la cual no prestaba mucha atención aquella belleza soltó un comentario que demostraba un trabajo analítico mayor al que era esperado en la platica. Ese fue el error que causo parte de mi muerte : haber volteado a ver de donde salieron palabras tan atinadas y de contenido tan verdadero. Al voltear me encontré con los ojos mas penetrantes, grandes ojos verdes de profundidad infinita, y de sabiduría imperceptible, cuanta pasión emanaban aquellos ojos. Pocas veces en mi vida me sentí atravesada de tal manera. Me sentí desnuda en ese momento, como si aquella mirada hubiera atravesado todas las fortalezas, las mascaras, y laberintos creados por mi lastimado ser. Desde ese momento la ame. Y ahora se que ella a mi. Después de perderme en un infinito verde y de alguna manera haber vuelto a encontrar mi camino hacía la salida, descubrí que el cuadro que enmarcaba esos ojos era la belleza en lo que se podría llamar “empaque de lujo”. Pero de cierta manera se veía tan triste. Tan lastimada. Como una escultura griega ya muy fisurada de diminutas erosiones. Segundo error : haberla considero siempre tan frágil.
No me faltan muchos errores para llegar al final.
Todo empezó esa noche, y las cosas siguieron durante días, días que se convirtieron en semanas que a su vez se convirtieron en meses. Los meses pasaron y más nos mirábamos más mis noches se volvían tormentosas. No solo habían sus ojos invadido mi corazón y atravesado la espina dorsal mil veces haciéndome estremecer como nunca. Sino que sus manos, su piel, su voz, su pelo, su olor, su sabor, había empezado a dejar huella en mi cuerpo, en mi memoria, en mi vida, en mi pasado y a su vez lo estaba marcando en el futuro. Esta costumbre y memoria corporal era lo único que planto raíces estables y creció en una sola dirección. La relación, no tenía definición, era lo que se puede catalogar de hoy en día en sitios de Internet de espacio personal como “It’s complicated”.
Y lo fue, y seguirá siendo. La intensidad de una, alimentaba la intensidad de la otra ; más se incrustaba el amor, más el miedo nos enloquecía ; más el miedo se volvía consciente, más fingíamos que no existe ; más enterábamos nuestros temores, más evitábamos lastimar al otro y menos queríamos perderlo ; más entonces nuestras represiones encontraban lugares alternativos en las cuales manifestarse, y más esos “lugares alternativos” se multiplicaban, más era reflejo de amor. Y más control querría el otro ejercer sobre tales actos de su amado. El amor se volvió posesivo, había llegado un punto donde me di cuenta que no era la única perdida en el verde universo infinito de sus ojos, que conmigo otros náufragos vagabundeaban en distintos rincones de ese mundo. Me di cuenta que por más que mi mano pudiera penetrar sus más íntimos secretos y sentimientos, que pudiera exprimir su corazón con mis dedos y extraer con mi lengua sus más arrinconados secretos, no podía controlar su libertad. Como lo dije antes, era una belleza extremadamente triste, en mi brazos encontraba el calor de un refugio, pero la vida perdía sentido si era mantenida sencilla y amorosa. Por lo cual el miedo de haber encontrado lo que nos haría feliz no era una posibilidad.
Caminábamos lado a lado, sentía su calor a mi lado, pero no su presencia. Conocía la expansión de su libertad. Y eso era lo que mas me asustaba, estar tan segura que al final del día su cuerpo haría lo que quisiera, aunque tuviera su corazón agarrado hasta con los colmillos. Le parecía mas divertido hacerse sufrir llevándose a su cuerpo a alguna actividad alternativa dejando atrás su corazón sangrando entre mi boca y mis manos. De esa manera ella sentía cada vez más, y yo también, Pero a través de sus toboganes de intensas emociones, la grietas en su cuerpo iban creciendo, poco a poco la sangre que tenia en mi manos de tanto retenerla y pedirle que se quedara conmigo empezó a filtrarse por cuantas fisuras encontró.
Así, un día desperté temprano y mi día tenia una connotación roja. Todo me pareció tan rojo, y lo estaba, la fisuras no solo estaban en ella, ya habían afectado tanto mi presente mi vida, ya estaba ella estampada en lo que era mi persona entera. La paredes del cuarto se habían vuelto extrañamente escocesas de rayas rojas, la ropa, los árboles, el agua, el foco. Fui a lavarme los dientes y todo estaba rojo ya, cepillo, jabón, toallas, lavabo. Regrese a sentarme en mi cama, no pude tomar agua, me repulsaba, me sentí tan cansada de tanto haberla observado a través de tantos días, de tanto anhelar sentirme igual de libre que ella, hubiera querido dudar un poco de ella, para así poder engañarme anhelando siempre una resolución totalmente ilógica pero sana de sus salidas “alternativas”, con gente “alternativa”, y en ámbitos “alternativos”. Yo que siempre había sido amante de la limpieza, ahora había dejado que aquel corazón ensangrentado debajo el cual dormía, con la terrible ilusión de mantenerlo así con calor, hubiera ensuciado cada rincón de mi vida. Voltee a la ventana y el cielo era rojo, las nubes eran rosas, hasta las pocas pastillas de analgésicos que quedaban originalmente blancas se habían vuelto rojas. Todas las demás pastillas regadas en la mesa eran rojas, la madera del bureau era roja. Me sentí tan mal que el llanto invadió mi impotencia. Me deje perder en un mar verde de un a belleza incomparable, y ahora me ahogaba en ese mismo mar. Debí pegar con un iceberg rojo. Fui a enjuagarme la cara, el espejo estaba roto, no me había dado cuenta…
Vi mi reflejo en el espejo, me había vuelto roja también, mi ropa también, pronto el piso también.

Nunca la volví a ver. Nunca me volví a ver tampoco. Esos fueron mis últimos errores, haberme perdido en una mezcla : el verde no es un color primario, debí quedarme siempre con el rojo. Siempre fui demasiado segura de mi misma, de ella, de su libertad y de su amor. Nunca haber buscado “alternativo” en el diccionario.

1 comentario:

Deidre dijo...

Es común perderse... el verde no es un color primario, pero es un buen color para perderse. El rojo, en cambio, primario y todo, quema y arde (cual lugar común que es).

Frustrating, I know, but still, solemos pintarnos de un sólo color sin darnos cuenta.

Cheers,